lunes, 29 de octubre de 2007

Aventuras en la Isla (Séptima parte)

Envuelto en el cuento de nunca acabar me siento inspirado para escribir esta historia que al igual que la realidad no se sabe muy bien cómo va a continuar y mucho menos a terminar.

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Todo pareció haberse calmado, pero de pronto comencé a notar como los tatuajes rituales volvían a extenderse por mi cuerpo, en capítulos anteriores me habían abandonado, pero ahora avanzaban por mi piel. Surgiendo desde abajo del final de la espalda.

Todos notamos como las magias negras y moradas de la isla estaba intentando adueñarse de nosotros, así que nos pusimos en pié y nos dirigimos hacia la cabaña del gran hechicero. Lamentáblemente tuvimos que dejar a nuestro mecenas en el suelo, ya que aunque parecía que los extraños demonios le habían abandonado no acabábamos de estar seguros... ¿y quien quiere que le tiren un escupitajo en la cara o le calienten el trasero?

Estaba comenzando a soplar un fuerte viento, en unos minutos el cielo se cubrió de nubes muy oscuras y comenzó a llover. Por un momento pensamos en detenernos, pero debíamos seguir. Las nubes comenzaron a girar, formando un remolino, retorciéndose comenzaron a tomar forma, apareciendo la gran figura que antes había visto sobre las llamas, aquella que apareció en primer lugar.

Avanzar más era imposible debido al fuerte viento y la lluvia que nos obligaba a sujetarnos de cualquier saliente y a cerar los ojos. No solo era lluvia lo que caía sobre nosotros, también llegaba hasta nosotros agua marina. Podiamos diferenciarla por su sabor salado, ya que con el viento y la fuerza del agua era imposible evitar que entrara por nuestra nariz o boca. Aún encontrándonos lejos de la costa, el oleaje golpeaba con tanta fuerza o el viento arrastraba tanto el agua que la hacía llegar hasta nosotros ¿qué podía haber pasado con la zona más baja? ¿qué habría pasado con los habitantes de la tribu de la zona más baja?... de todas formas eran preguntas que no podía parar a hacerme en ese momento.

En el lugar donde estábamos, podíamos distinguir como el gran hechicero y la gran matrona unían sus manos, ellos habían invocado esa presencia que veíamos sobre las nubes. Y ahora no sabíamos lo que podría llegar a ocurrir con tanta agua. Intentamos descender de nuevo, en nuestro equipo había material de sobra para evitar cualquier catástrofe, estábamos incluso preparados ante un eventual hundimiento de la isla, pero primero deberíamos intentar frenar esta extraña tempestad.

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