lunes, 15 de octubre de 2007

Aventuras en la isla (Primera parte)

He decidido cambiar el objetivo del blog, a partir de ahora me voy a dedicar a contar historias de fantasías. Allá voy:



Tras un largo viaje llegue con toda mi expedición sana y salva a la isla de la que tanto habíamos hablado durante las últimas semanas... ¡cuántos planes! ¡cuántos esfuerzos empleados!... todo ello con la confianza de que no fueran en vano.

Cada uno de nosotros acudía desde un rincón del planeta, un equipo de expertos en diferentes campos del conocimiento y complementarios de cara a las aventuras que nos esperaban.

Yo fui el segundo en llegar, mi compañero local, un joven de una tribu de la isla más cercana, ya estaba esperándome. Janto, así es como se llama ese joven de piel morena y casi dos metros de estatura estaba acabando de desprecintar y montar los equipos, comprobé como no había perdido el tiempo.

Mientras repasábamos los planes, se unió a nosotros Rose, han sido muchas las aventuras que hemos pasado los tres, viendola por fin allí delante de nosotros la abrazamos contentos de verla y casi sin darle tiempo a dejar caer todas las bolsas de su equipaje. Mientras nos contaba los pormenores de sus últimos días hasta encontrarse con nosotros, observé las expresiones de su cara. Nunca dejan ver la dureza que puede llegar a tener esta mujer menuda... hasta que es demasiado tarde para quien se esté enfrentando a ella.

Ya estábamos los tres juntos y listos para esta tremenda aventura.

Janto nos presentó a la exploradora local que estará colaborando con nosotros. Nunca puedes estar completamente seguro de un explorador local, pero aquí las garantías eran más que razonables y a primera vista, esta joven, Ter-se-aja como se la conoce aquí.

Nuestro primer logro fue que nos recibiera el gran hechicero de la tribu local. No esperaba que lo consiguieramos tan pronto, pero parece ser que él también sentía curiosidad ante nuestra presencia. Tan pronto como nos vieron llegar nos ofrecieron una pequeña cueva en la misma zona donde ellos vivían y nos indicaron que cuando el sol alcanzara el punto más alto podíamos pasar a ver a su gran hechicero.

Aceptamos el ofrecimiento de la cueva que nos cedieron, ya que en principio no pensamos que nos fueran a comer y hubiera sido un desprecio. Se trata de una zona destinada a invitados, que se encuentra en un nivel por encima de otra estructura rocosa, también de cuevas, donde habitan los más desfavorecidos de entre esta tribu. Parece ser que hay un sistema de castas que marca grandes diferencias. Precisamente de esta casta "inferior" es de donde encontramos a Ter-se-aja y otros jóvenes dispuestos a ayudarnos.

El tiempo pasaba muy deprisa, y tanto Janto como yo, avanzamos por el camino que subía entre las rocas hasta alcanzar el nivel más alto donde se encontraba el gran hechicero. Es una lástima que Rose ni nuestra nueva colaboradora pudieran acompañarnos, pero ninguna mujer puede acudir a hablar con el gran hechicero.

Cuando llegamos a la entrada, apareció para recibirnos una extraña persona, era dificil apreciar su edad o si se trataba de un hombre o mujer, podía ser un joven marcado con arrugas como si hubiera envejecido demasiado deprisa. Nos habló para que pasáramos, con una voz andrógina y carente de expresión.

Avanzamos dentro de la cabaña de madera sujeta entre los salientes. Dudamos un momento mientras nuestros ojos se acostumbraban a la oscuridad, introducimos nuestras manos en los cuencos con agua y perejil, como señal de purificación y nos sentamos frente al hechicero.

Permanecimos un rato en silencio, hasta que comenzó a hablarnos, agitó una rama, lanzó unos huesos frente a nosotros, y se acercó a escrutarlos. Sentados en el suelo, vimos como él permanecía en cuclillas, mirando fijamente los huesos, delante de nosotros. Cuando se volvió a sentar nos habló de los malos augurios que veía en los huesos. Yo, como conocedor de la importancia de evitar desde el comienzo el poder de las superticiones, le hablé de que por el contrario, que tanto la forma de las nubes como el vuelo de los pájaros a nuestra llegada, había sido signo de buena suerte y felicidad.

No es que crea, en absoluto, en símbolos de malos o buenos augurios, pero mi equipo está suficientemente preparado para alcanzar nuestro objetivo sin ninguna pérdida. Todos nos las hemos vistos en casos peores.

Dejamos al gran hechicero, el día ya terminaba, y estábamos invitados a una fiesta donde podríamos saborear la comida y bebidas locales, cosa que siempre a interesado especialmente a Janto.

Aún no habían hecho más que comenzar nuestras aventuras, ya veríamos que es lo que nos esperaba al día siguiente.