Me llama el responsable de la línea que tiene asumido el infernal proyecto en el cual me metieron en octubre (para dejarme bien jodido, que aún me acuerdo todos los días).
Y la llamada no tiene otro motivo que contarme como el cliente nos torea una y otra vez, y como nosotro cual torito bravo, embestimos el trapito rojo y acabamos enseñándole el curo al respetable.
Y me lo dice a mi que me he pasado casi un mes en una isla lejana sin hacer mi trabajo real porque la empresa decidió concederles un capricho.
En los primeros días allí, cuando teníamos que ir cerrando los flecos y el objetivo "Finalizar la formación a los usuarios que no asistieron en las primeras sesiones" se convirtió en "Iniciar un nuevo proceso formativo con el doble de usuarios de los que se habían establecido originariamente en el proyecto" Escribí un mail interno en el que proponía respuestas que en ningún caso pasaban por conceder este tema, pero añadía la coletilla que la empresa debería apoyarme en esta negativa y no decir que sí en cuanto se quejaran de mi "no", puse, "este tema me pide guerra". Este compañero mío responsable de área, contestó "este tema me pide ampliación de proyecto". A mi me sorprendió su templanza y pragmatismo.
Ahora ha pasado otro mes gastando horas y horas, mientras las tareas que nos pide el cliente siguen creciendo (ahora hay mucho más trabajo que cuando me fui de allí) sin forma de detenerlo y a costa del proyecto. Este compañero, el práctico y templado... ya no sabe donde meterse el pragmatismo, la templanza y al cliente. Por el contrario los cursos no los hicimos como decían.
Un caso digno de estudio que haré más adelante.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
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